Joseph Pilates: «Yo no hago ejercicios nunca»

He aquí la explicación...

por Andrea Fuente Vidal

“¿YO? Yo no hago ejercicios nunca. Es más, ¡ni siquiera creo en ellos!”

Este artículo, escrito originalmente por Kenneth Wilson y publicado en 1941 por la revista Cosmopolitan puede que te deje con la boca abierta. Lo hemos traducido al español para que puedas comprenderlo sin problemas, gracias a la transcripción inicial por Jonathan Grubb.

“¿YO? Yo no hago ejercicios nunca. Es más, ¡ni siquiera creo en ellos!”

Hemos pasado dos horas viendo películas en el oscuro cuarto de atrás del gimnasio de Joe Pilates. En ellas se lo veía a él haciendo una serie de lo que parecían llamativos “ejercicios”. Sucedían a cámara lenta y me recordaban a los estiramientos de un gato cuando acaba de levantarse tras un largo sueño.

 

Me preguntaba a mi mismo si no sería que las observaciones de Joe eran tan sólo una broma. En los últimos tiempos, había escuchado hablar mucho sobre Joe Pilates – y cómo algunas de las personalidades más importantes de Nueva York habían descubierto este pequeño estudio de cultura física, escondido en un viejo bloque de pisos cerca de Columbus Circle. Y cómo el Café Society acudía aquí para librarse de los kilitos extra y las bolsas bajo los ojos adquiridas por la calle 52.

Le pregunté a Joe qué es lo que quería decir. ¿Acaso no estaba enseñando ejercicio?

“No de la forma que usted lo entiende”, explicó. “Si usted es normal, no hace falta que haga ejercicios y utilice su cuerpo de una manera normal. He tenido alumnos que han vuelto después de seis o siete años y han hecho mi rutina completa. Es como montar en bicicleta, o como nadar. Una vez que has aprendido, ya nunca se te olvida. Los ejercicios sólo son útiles para aprender a usar el cuerpo de la manera correcta. Salvo si tengo que demostrar algo, o salvo que tenga que grabar una película como ésta, yo no hago nunca ejercicios. Como y bebo cuanto quiero, pero soy capaz de realizar cualquiera de mis ejercicios en cualquier momento que quiera. Mire.”

Se dobló por la cintura, con sus piernas rectas y tensas, y puso las palmas de ambas manos planas sobre el suelo, y caminó alrededor de la habitación a cuatro patas, como un mono. “Cualquier persona es capaz de hacer eso, si son lo que yo llamo normales”, afirmó. “Nueve de cada diez personas”, continuó, “son anómalos–en realidad se podría decir deformes. Prácticamente todo el mundo envejece y se vuelve rancio antes de tiempo y deja de sacarle cualquier disfrute a la vida. Y eso es del todo innecesario. Míreme a mi. ¿Diría que voy a cumplir sesenta años el mes que viene?”.

Con la única indumentaria de un bañador y sandalias, su cuerpo era la representación de la simetría perfecta. Podría pasar fácilmente por una persona de treinta y cinco. Si se trataba de una cuestión de “el hombre su cura a sí mismo”, yo estaba dispuesto a creer lo que había escuchado acerca de este asombroso ejemplo de juventud eterna.

Había acudido a ver a Joe por la recomendación de un amigo. “Hay un hombro que tiene un nuevo sistema de control muscular que suena interesante. Dicen que puede conseguir que te veas y te sientas entre cinco y quince años más joven. No necesitas ningún aparato mágico ni dieta alguna. ¿Por qué no te pasas a visitarle?”

Me sentía escéptico, pero tras un par de horas viendo las películas de Joe y escuchándole exponer sus ideas, mis dudas estaban desapareciendo.

La característica más particular de este “Pilates System” que estaba a punto de descubrir, era su simplicidad.

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Uno de los ejercicios más beneficiosos lo puede hacer uno mientras se está duchando. Simplemente hay que hacerse con un cepillo -que no tenga mango- y mientras disfrutas de tu ducha matutina, tomar el cepillo con una mano e ir pasándolo por el cuerpo. Luego cambiar el cepillo a la otra mano y repetir la operación. Los estiramiento, giros y retorcimientos necesarios para conseguir la tarea harán que participen grupos musculares que, de otro modo, no se usan mucho; y el cepillado vigoroso es la prescripción que hace Joe para una piel radiante y saludable.

 

 

 

 

Otro de los ejercicios es tan sencillo que lo puedes realizar mientras duermes. Investigaciones científicas han mostrado que la persona media, durante el sueño, cambia de posición entre cincuenta y sesenta veces por noche. Joe asegura que él necesita sólo cinco o seis horas de sueño cada noche, en lugar de las habituales ocho o nueve. El secreto es la relajación. Cuando te metas en la cama, túmbate sobre la espalda, dobla las rodillas y coloca una almohada enrollada bajo tus piernas, justo por encima de la articulación de la rodilla. Lleva las manos hacia atrás y colócalas por encima de tus hombros, como si fueses un águila con las alas expandidas. Si estás acostumbrado a dormir boca arriba, posiblemente puedas directamente dormirte desde esta posición. Si sueles dormir de lado, quédate en la posición de águila expandida (del inglés “spread-eagle position”) durante unos minutos, hasta que te adormezcas, y entonces retira la almohada de debajo de tus piernas, gírate sobre tu lado favorito, acerca tus rodillas hacia el peso todo lo que puedas de forma confortable, y duérmete. Joe le llama a esto el “ovillo gatuno” (del inglés “kitten coil”), y si alguna vez has visto a un gato enrollarse para una siesta, sabrás rápidamente por qué.

Joe me explicó también una forma indolora de ejercitarse mientras uno se cepilla el cabello. Toma un peine con una mano, y un cepillo con la otra. Colócate en pie, erguido y eleva los codos a la altura de los hombros. Después, con pases alternantes, y moviendo sólo los antebrazos, cepilla y peina tu cabello de adelante hacia atrás diez veces, comenzando por la parte izquierda de tu cabeza y progresando hacia la parte derecha. Luego ve repitiendo, hasta que gradualmente seas capaz de alcanzar un centenar de pasadas. Mantén la cabeza recta y no la muevas. Mueve sólo los antebrazos.

A menos que estés físicamente por encima de la media, lo más probable es que inicialmente te resulte difícil hacer cosas tan sencillas como estas sin esfuerzo. Durante nuestra charla, Joe ofreció una explicación para este desafortunado estado de las cosas. “La razón por la que casi todo el mundo es anormal –deforme”, dijo, “es porque no tenemos sentido común hacia nosotros mismos. Si se da usted cuenta, ya desde la infancia empezamos con mal pie. Sentados en malas sillas, durmiendo de mala manera, respirando mal. Por eso es que la mayoría de las personas requieren ejercicios correctivos para aprender el uso adecuado de su cuerpo y conseguir que éste vuelva a la normalidad”.

“¿Y qué hay de los deportistas?”, le pregunté.

“¿No son normales”?

“En general no son lo que yo llamo normal. Estoy completamente a favor del deporte, pero casi todos los juegos son unilaterales. El tenis, por ejemplo, desarrolla sólo un brazo. El palo de golf se oscila solo hacia un lado, ya sea a diestras o a siniestras. Los partidos suelen desviarte hacia un lado, y te proporcionan coordinación sólo en una dirección. Para ser completamente normal y saludable, tendrías que poder usar el cien por cien de tus músculos corporales sin esfuerzo”.

“Pero suponga que ya está uno entrado en años, que la zona media de su cuerpo está rodeada de un buen flotador y además tiene chepa. ¿No es ya demasiado tarde para hacer nada al respecto?”.

“No. Nunca es demasiado tarde. Nunca se es demasiado mayor para tener una figura joven. Evidentemente, si uno se ha ido dejando, llevará más tiempo conseguir resultados. Pero dele a la Naturaleza media oportunidad, y ella cooperará”.

Nos dirigimos al gimnasio, donde conversé con una señora reconocida del ámbito social, de edad cercana a los cincuenta. La había estado observando ejecutar una serie de ejercicios al unísono con un joven varón, de aspecto atlético y unos veinte años de edad. Me encontraba estupefacto ante la facilidad en que ella realizaba aquellos actos de coordinación muscular tan difíciles. “Debería usted haberme visto hace seis meses”, comentó la señora. Era un desastre. No cambiaría lo que me ha enseñado Joe ni por una fortuna”.

En el gimnasio había otra media docena de alumnos. Un hombre joven con sobrepeso estaba tumbado sobre una colchoneta, bajando y subiendo las piernas despacio, con un par de sandalias metálicas de peso atadas a las plantas de sus pies. Luego me enteré de que se las conoce como “botas de hierro” (del inglés “iron boots”). Otro par de personas estaban usando un aparato que se asemejaba a una máquina de remo.

“Este aparato realmente es la parte menos importante de mi sistema”, me dijo Joe. “Puedes perfectamente pasar sin ello, sólo que acelera las cosas. Lo importante es que aprendas a usar tu cuerpo de forma fácil. Has de aprender a respirar correctamente. La mayoría de las personas pasan por la vida portando cantidad de aire viciado en sus pulmones. Prácticamente todo el mundo respira únicamente con la parte baja de sus pulmones –lo que se conoce como respiración abdominal”.

“Póngase de pie, aquí junto a mí, y le enseñaré un ejercicio con el que conseguirá empezar a respirar de la manera correcta. Contraiga sus piernas, mantenga sus talones juntos, los dedos hacia fuera. Mantenga los hombros rectos. Cabeza arriba, barbilla adentro. Exactamente. Ahora inspire a través de la nariz. Muy despacio. Ahora meta el abdomen hacia dentro cuanto le sea posible. Lleve la cabeza hacia Adelante hasta que la barbilla descanse con firmeza sobre su pecho. De acuerdo, comience lentamente a exhalar. ¿Se le acabó el aire? Bien. Vuelva a tirar del abdomen hacia adentro. Redondee los hombros. Ahora exhale lo más fuerte que pueda. ¿Ve usted? Todavía había una cantidad considerable de aire remanente en sus pulmones, aunque usted pensaba que lo había expulsado todo”.

Tras varias repeticiones de este ejercicio, comencé a experimentar una maravillosa sensación de emoción –lo que los psicólogos denominan euforia. Quería saber más. ¿Había algún otro ejercicio como éste que yo pudiera hacer en mi casa?”

“Puede usted hacer todos los ejercicios más importantes en casa”.

youre younger 3 81x300 - Joseph Pilates: "Yo no hago ejercicios nunca"Y Joe continúo: “La parte de la anatomía más olvidada es la capa de músculos que recubren la región abdominal. Conforman una especie de corsé natural o cinturón. Deberían mantener en su sitio a las vísceras vitales, y darles ‘tono? Deberían sostener al pecho arriba, como corresponde. Puede usted ejercitar esta importante región de su cuerpo estando en cualquier lugar, simplemente tirando del abdomen hacia adentro. Si hace usted esto cada vez que tenga oportunidad, un día se habrá convertido en hábito, tal y como el respirar. Y además no hay manera más rápida de conseguir una buena postura y una silueta juvenil”.

“Una de las diferencias principales entre ser joven y viejo reside en la capacidad de estirarse. Todos deberían ser capaces de colocar las palmas de las manos planas sobre el suelo, sin doblar las rodillas. Todo el mundo debería ser capaz de doblarse hacia delante y tocar con la barbilla en las rodillas mientras está sentado sobre el suelo con las piernas estiradas rectas hacia delante. Si uno es capaz de hacer estas cosas con facilidad, sin sensación alguna de tensión, entonces es joven, diga lo que diga su partida de nacimiento. Y es más, se sentirá joven”.

“No es que la capacidad de estirar en sí misma sea tan importante. Pero si uno puede hacer estas cosas con facilidad, automáticamente será capaz de utilizar correctamente su cuerpo en innumerables otras maneras a lo largo del día. Quisiera darle un par de ejercicios de estiramiento para hacer en casa. Pero recuerdo que no le harán ni el más mínimo bien a menos que siga mis instrucciones sobre la respiración”.

“Túmbese boca arriba en una colchoneta de práctica o sobre unas cuantas capas de mantas extendidas sobre el suelo. Estire los brazos hacia atrás, más allá de la cabeza, al ancho de hombros, y gire las palmas hacia arriba. Estire las piernas rectas hacia adelante, júntelas, rodillas bloqueadas y los dedos apuntando hacia delante y hacia abajo. Comience inspirando despacio, y lleve los brazos hacia arriba, ancho de hombros, hasta que formen un ángulo recto con su cuerpo. Mientras continúa inspirando despacio, flexione la cabeza hacia delante y hacia abajo hasta que la barbilla le toque el pecho. Luego comience lentamente a exhalar, y a rodar lentamente hacia arriba con los hombros y el tronco. Mientras continúa exhalando lentamente, siga doblándose hacia delante hasta que la frente le toque las piernas, y los brazos queden extendidos con las palmas sobre el suelo a los lados de sus pies. Entonces, inspirando lentamente, vuelva a la posición sentada. Luego, exhalando de nuevo, regrese gradualmente a la posición original.

REGLAS PARA RECORDAR

  • Cuando camine, avance al frente sobre las almohadillas de sus pies.
  • Cuando esté de pie, no permanezca en una posición. Cambie su peso de un lado al otro. De forma alterna, bloquee y flexione las rodillas, hasta que se sienta seguro en una posición entre esas dos. Cuando meta el abdomen, no tire de los hombros hacia atrás. Tan sólo relájelos. De hecho, es imposible llevar los hombros hacia atrás. Lo más que se puede es llevar hacia atrás los brazos. No mueva la cabeza para atrás. Meta la barbilla.
  • Antes de irse a la cama, párese frente a una ventana abierta y respire profundamente diez o doce veces. No meta el aire bruscamente; eso sólo cerraría los pasajes nasales. Respire lentamente. Espire de manera gradual a través de la nariz, pero cuando crea que ya ha expulsado todo el aire, fuerce la salida de aún más aire a través de la boca, con amabilidad, como si estuviese soplando sobre una sopa para enfriarla.
  • Siéntese en la parte delantera de su silla y lleve el abdomen hacia dentro. Si al principio esto le fatiga, descanse, y después vuelva a intentarlo. Si se siente emocionado o nervioso, practique la respiración profunda. Una persona emocionada padece deprivación de oxígeno –igual que una lámpara de keroseno chisporroteando por no tener suficiente calado.
  • “Aquí tiene otro ejercicio de estiramiento. Túmbese estirado sobre su colchoneta o mantas, como antes, pero esta vez con los brazos estirados a cada uno de sus lados, tocando el cuerpo y con las almas sobre el suelo. Inspire lentamente y comience a llevar las dos piernas para arriba, hacia una posición vertical, creando un ángulo recto con su tronco, como una navaja. Mantenga las rodillas bloqueadas y los dedos de los pies en punta, y presione firmemente hacia abajo con los brazos hacia el suelo. A continuación exhale lentamente y comience a rodar las piernas hacia arriba y hacia atrás por encima de su cabeza, hasta que los dedos toquen el suelo. Entonces comience inspirando y llevando las piernas de nuevo sobre la cabeza, a la posición de navaja con ángulo recto respecto al tronco. Luego espire mientras paulatinamente va regresando a su posición original”.
  • “Transcurridas una o dos semanas, si su trabajo sobre la colchoneta o las mantas parece progresar bastante bien, puede usted añadir un tercer ejercicio, uno al que yo llamo ‘sacacorchos’. Éste es más duro de ejecutar, pero no conozco ningún otro ejercicio que le pueda hacer más bien. Túmbese estirado sobre la espalda, los brazos junto al cuerpo, las palmas hacia abajo. Inspire lentamente, eleve ambas piernas, luego oscílelas hacia atrás y por encima de la cabeza, manteniendo en todo momento los dedos de los pies en punta y las rodillas bloqueadas. Espire despacio y por detrás de su cabeza baje aún más los pies hasta casi tocar el suelo”.
  • “Ahora comience a oscilar ambas piernas en un círculo amplio hacia la izquierda, procurando que los dedos de los pies vayan todo el tiempo lo más cerca posible del suelo. Cuando las piernas giran alrededor y hacia abajo, el tronco se acomoda al movimiento, hasta el momento en que cuando las piernas están rectas hacia delante, la columna está plana sobre el suelo; cuando las piernas giran alrededor y hacia la derecha, para completar el círculo, el tronco está de nuevo elevado hasta que, cuando las piernas hayan vuelvo a la posición hacia atrás, más allá de la cabeza, estará usted apoyado no más sobre la parte posterior de la cabeza, los hombros y los brazos.”
  • “Inspire cuando comience a oscilar las piernas en el círculo; espire cuando estén hacia delante; inspire de nuevo cuando las oscile girando hacia el otro lado para completar el círculo. Cuando haya completado un círculo, invierta la dirección y oscile en el otro sentido. Haga tres círculos a la derecha y tres a la izquierda. Mantenga en todo momento los brazos rectos y los hombros presionando la colchoneta”.
  • “En aras de su figura, las mujeres habrían de añadir un cuarto ejercicio. Pero éste es tan sencillo que se puede hacer sentado sobre una silla. Eleve los codos a la altura de los hombros. Sitúe los dedos de cada mano sobre sus correspondientes dedos de la otra mano, pero manteniendo las palmas separadas y arqueadas, como si los dedos estuvieran envolviendo una pelota grande o una esfera. Manteniendo los dedos tensos, sacuda los codos el uno hacia  el otro, resistiendo el movimiento al mismo tiempo con los dedos. Repita esto con rapidez quince o veinte veces. Note la reacción de los músculos de la parte alta de su pecho, que sostienen el busto. Sólo con este ejercicio, si lo practica fehacientemente, elevará el busto de manera perceptible”.

“Y un aviso importante antes de que se marche”, dijo Joe.

“Lo importante es ser constante con el ejercicio. La regularidad es el precio a pagar si quiere usted un cuerpo realmente juvenil.

Decía en serio lo de que nunca es demasiado tarde –si está por debajo de los ochenta- para aprender a vivir de manera correcta. ¿No cree que merece la pena, aunque sea sólo como seguro de salud? En mi opinión, llegará el día en que la flaccidez, los hombros encorvados, las chepas y las caras cetrinas se considerarán de mal gusto, como comer guisantes con cuchillo. Pero independientemente de eso, es que no hay manera alguna de disfrutar si vas por el mundo en un cuerpo viejo. Así que… ¿por qué no hacemos nuestras resoluciones para el año nuevo, 1941, de ponernos a cuatro patas (palmas sobre el suelo pero sin flexionar las rodillas) antes del verano?”

 

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